FERNANDO MARTIN
17 MAY 1998 – 00:00 CEST
En los albores del siglo y pese al poderoso influjo de la televisión, aún queda algo del sentimiento gótico en los grupos metálicos. Rammstein dejó clara su vocación terrible cuando, a los acordes del tema inicial, al cantante Till Lindeman comenzaban a brotarle enormes llamas de las mangas de la cazadora. Las descargas de rock duro con un baño industrial comenzaron a sucederse. La banda iba maquillada y machacaba unos riffs primarios de guitarra, con la cobertura de una base rítmica levemente cadenciosa y unos teclados que aportaban el hálito de las nuevas tecnologías.Por cierto, el músico que los tocaba, Flake Lorente, ejercía de bufón del combo, e incluso participó en un acto de sodomía escénica en la que que el otro participante era el cantante, armado de un pene de plástico que regó de agua a la concurrencia. Todo vale para reforzar escénicamente unas canciones que se sitúan en la línea de Marilyn Manson y que hacen las delicias del público del rock de última generación. Para el resto, muy curiosos de ver.
Rammstein Till Lindemann (voz), Cristoph Schneider (batería), Flake Lorene (teclados), Oliver Riedel (bajo) y Richard Kruspe y Paul Lander (guitarra)
Sala Canciller. 2.000 pesetas. Madrid, viernes 15 de mayo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del domingo, 17 de mayo de 1998.
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